miércoles, 29 de septiembre de 2010

CON MARÍA Y MAMEN

Hace unos días me crucé con unos vecinos mientras daba su paseo a Coco. Me extrañó verlos sólos, sin su perra, y les pregunté por ella. Resulta que había muerto mientras estaban de vacaciones. Su hijo la había sacado de paseo y cayó fulminada al suelo. Tenía 11 años, y era una golden preciosa que siempre estaba en la puerta de casa. Me contaban emocionados lo tristes que estaban y que habían sido muy felices con ella, y me dijeron "era una más de la familia y ella lo sentía así".
Yo creo que Coco también se siente en familia. Y el otro día conoció a María, mi sobrina, la hija mayor de mi hermana Mamen. A Mamen ya la habíamos visitado un día en su trabajo después de pasar por la clínica de Candela, que está muy cerca. Las dos se quedaron enamoradas de Coco, que se portó de maravilla. Ahora falta Paloma, que no pudo venir porque estaba de viaje. Cualquier día se la dejaré en su casa para que la cuiden, que les apetece mucho; el problema será encontrar el momento porque a estas tres no se les cae el tejado encima, no, que no hay manera de que se recojan.
A veces pienso en la familia de verdad de Coco. Cuando llegó a la tienda lo hizo acompañada de un hermanillo, de hecho la cartilla que me dieron con su número de identificación era la del macho. El veterinario me llamó unos días después para comentarlo y pedirme que pasara por allí para darme la suya, con su número y nombre, en la que ya tiene anotadas todas sus vacunas. El hermano ya no estaba y me pregunté quiénes serían sus dueños. ¿Dónde vivirá? ¿Y sus otros hermanos? ¿Cuántos tendrá? ¿Cómo serán los padres de Coco? Menos mal que ella ni se acuerda de ellos porque lo cierto es que yo soy su mamá.

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