lunes, 31 de enero de 2011

LA PERRA GATA

Es curioso, pero cada día que pasa Coco parece más una gata que una perra. Bueno, excepto cuando vamos de paseo y ve a lo lejos a un gato, que el instinto le brota de repente y sale disparada hacia él sin mirar ni por dónde va. El otro día, al volver de nuestro paseo le solté la correa, como siempre, al principio de la calle y le dije: "a casita Coco", y salió corriendo hacia casa, pero apareció un gato que estaba escondido debajo de un coche, que salió huyendo despavorido, claro, en dirección contraria, y allá que se fue tras él como alma que lleva el diablo. Me pegué un susto de muerte, estuve llamándola un rato y cuando iba a rendirme volvió a mi lado con el rabo entre las piernas, cabizbaja, para tumbarse a mis piés, como pidiendo perdon. Bueno, pues excepto en estos casos, llamemosles de exterior, Coco en casa parece una gata. Tiene su tierra de gato donde hace caca y pis. Su manía de estar dormida sobre mis piernas mientras trabajo en el ordenador, o sea, casi todo el día. Y ultimamente le ha dado por instalarse en un cojín del sofá mirando al patio a ver pasar pajaritos (¿es que no parece una gata en esta foto?). Yo creo que Coco es una perra "líquida" y de la misma manera que hay una sociedad líquida, y un amor líquido, muy bien explicados por Zygmunt Bauman, los perros son gatos a veces. Lo que no se es si los gatos son perros de vez en cuando. Le preguntaré a Chusa.

jueves, 20 de enero de 2011

COCO EN LA CAMA

Desde el mismo instante en que llegó Coco a casa me juré a mi misma que nunca dormiría en mi cama. Mucha de la gente que conozco duerme con sus animales. Por ejemplo, Isabel Pisano con Lilly, Jesús y María con Lucas, Lola con Lunita, y creo que Chusa deja a Lupita estar con ella. Siempre me ha parecido inconveniente por decirlo de una forma políticamente correcta. Luego con el paso del tiempo y la vida junto a Coco me he dado cuenta de que es una tentación difícil de superar. Yo aún me mantengo en mis trece y ella sabe que conmigo no tiene nada que hacer. Por la noche me ve leer desde su camita, donde sabe que tiene que estar. A veces prefiere dormir en la butaca, eso no me importa. Y por la mañana se acerca a mi lado y alza las patitas para llamarme, pero no sube. Pega el salto, aunque sabe que no debe hacerlo, cuando no estoy en la cama y ahí se instala si no la veo (como en la foto, no pude resistirme, ¡está tan mona!, disparé y luego la eché). Sigo convencida de que no es bueno que duerma en la cama porque entre otras cosas, por ejemplo, yo me muevo muchísimo y me da miedo aplastarla; esa es la segunda razón (la primera, por supuesto, es que no creo que sea higiénico, ¡ea, ya está dicho!). Además leo por ahí que "un perro que ha probado cama se vuelve un perro posesivo" y, sobre todo, que "el líder (esa soy yo) duerme donde quiere y no comparte su lecho". También aconsejan de vez en cuando retirarle su cama, que vea que su dueño maneja su lecho, se lo quita y se lo devuelve, incluso, es bueno sentarse de vez en cuando en él. Esto lo voy a probar hoy. Pero cada vez me muestro menos rígida con los principios inamovibles. En todo. Hasta empiezo a vislumbrar un televisor en el dormitorio, ¡algo que hasta ahora me había prohibido tajantemente! Y la posibilidad de ver la tele acariciando a Coco es muuuuuy tentadora. Aunque dormir, lo que se dice dormir con ella al lado no se si llegaré a hacerlo algún día.

viernes, 7 de enero de 2011

¡BUENA SUERTE!

Hoy a la vuelta del paseo con Coco he notado un terrible olor a caca (lo siento Chusa, por mas que lo intento la vida con una perrita es así de escatológica). En seguida he pensado que la pobrecita andaba otra vez con diarrea, pero no. La he inspeccionado una y otra vez, y nada, ella no era, pero el terrible olor inundaba la casa allá donde fuera. Finalmente la he bañado y ha sido al sacarla del agua cuando he visto rastros de mierda aplastada en la alfombrilla, ¿quéeeee?, sí en la alfombrilla del baño, ¡y en la suela de mi bota! ¡Era yo la que apestaba! Me he quitado la bota y la he limpiado a conciencia. He recogido la alfombrilla y la he metido en la lavadora. Y he vuelto sobre mis pasos para ver dónde había dejado huellas, pero curiosamente no había nada. Uff, ya está, menos mal, se acabó el mal olor. Y de repente he pensado que lo que había pasado es que ¡había pisado una mierda!. ¿No dicen que esto trae buena suerte? Lo he comentado con Adriana, con la que he comido, y conversado sobre mis últimas angustias, y me ha dicho que sí, absolutamente sí, que ella, el primer día que llegó a su casa nueva, en la calle Orfila, pisó una al pasear a Mía. "Y me dió muy buena suerte", me ha dicho. Bueno, eso espero, que me la de también a mi, aunque en un primer momento haya pensado que había sido mala pata. En realidad la buena suerte está en la cabeza de uno mismo. Pero el hecho de haber pisado esta mierda me ha dado más fuerza para afrontar todo lo que viene y a pesar de que el momento no parece bueno tengo la sensación de que empieza un nuevo ciclo y de que van a pasar cosas estupendas. Yo, al menos, las voy buscando.