domingo, 2 de octubre de 2011

¿HAY DERECHO?

La pobre Coco me mira indignada -sí, ella también está indignada- y con toda la razón del mundo. Sus ojos lo dicen todo: "¿y encima tienes el valor de fotografiarme?". Me paso el día achuchándola más que nunca y pidiéndole perdón continuamente: "¿lo olvidarás ratita mía?, verás que el tiempo pasa rápido", le digo una y otra vez, mientras la besuqueo y acaricio hasta hartarla. Pero es que no hay derecho a la escabechina que le han hecho. Pobre mía. Debería institucionalizarse un defensor de los desastres de las peluquerías. Estoy dispuesta a pagar un canon o un impuesto -total uno más, qué mas da-, porque me parece imprescindible. Sobre todo en mi caso. Mi pobre Coco ha heredado de mi el mal karma que tengo con las peluquerías y los peluqueros. Me ha pasado de todo. He probado con peluqueros estrella y con los de barrio, y con todos he fracasado. He intentado todo tipo de explicaciones -tiendo a echarme la culpa y pienso que no me se explicar- y fotografías, hacerme la simpática -que ya me cuesta, ya-, también ser dura e impertinente, da igual. He llegado a la conclusión, experimentado en pelos propios, que cada uno corta el pelo como buenamente puede y sabe, y si se ajusta al tuyo mira tu que suerte y si no, pues a joderse. Que es lo que me pasa a mi la mayoría de las veces. Con Coco ya lo tengo claro; a partir de ahora se lo cortaré yo. No me mires más así, Coquito, que no vuelves a pisar una peluquería.