jueves, 20 de enero de 2011

COCO EN LA CAMA

Desde el mismo instante en que llegó Coco a casa me juré a mi misma que nunca dormiría en mi cama. Mucha de la gente que conozco duerme con sus animales. Por ejemplo, Isabel Pisano con Lilly, Jesús y María con Lucas, Lola con Lunita, y creo que Chusa deja a Lupita estar con ella. Siempre me ha parecido inconveniente por decirlo de una forma políticamente correcta. Luego con el paso del tiempo y la vida junto a Coco me he dado cuenta de que es una tentación difícil de superar. Yo aún me mantengo en mis trece y ella sabe que conmigo no tiene nada que hacer. Por la noche me ve leer desde su camita, donde sabe que tiene que estar. A veces prefiere dormir en la butaca, eso no me importa. Y por la mañana se acerca a mi lado y alza las patitas para llamarme, pero no sube. Pega el salto, aunque sabe que no debe hacerlo, cuando no estoy en la cama y ahí se instala si no la veo (como en la foto, no pude resistirme, ¡está tan mona!, disparé y luego la eché). Sigo convencida de que no es bueno que duerma en la cama porque entre otras cosas, por ejemplo, yo me muevo muchísimo y me da miedo aplastarla; esa es la segunda razón (la primera, por supuesto, es que no creo que sea higiénico, ¡ea, ya está dicho!). Además leo por ahí que "un perro que ha probado cama se vuelve un perro posesivo" y, sobre todo, que "el líder (esa soy yo) duerme donde quiere y no comparte su lecho". También aconsejan de vez en cuando retirarle su cama, que vea que su dueño maneja su lecho, se lo quita y se lo devuelve, incluso, es bueno sentarse de vez en cuando en él. Esto lo voy a probar hoy. Pero cada vez me muestro menos rígida con los principios inamovibles. En todo. Hasta empiezo a vislumbrar un televisor en el dormitorio, ¡algo que hasta ahora me había prohibido tajantemente! Y la posibilidad de ver la tele acariciando a Coco es muuuuuy tentadora. Aunque dormir, lo que se dice dormir con ella al lado no se si llegaré a hacerlo algún día.

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