viernes, 9 de diciembre de 2011

COCO Y SERGIO

Ayer me llevé a Coco de visita. Es una señorita que sabe comportarse y me dije que ya era hora. Además, era en el barrio de Salamanca, y tenía ganas de que Coco pisara las aceras de un lugar tan chic. Teníamos Santi Yagüe y yo una reunión en casa de Carmen Halffter, y allí estaba, claro, su hijo Sergio, esta monada que acaricia el lomo de Coco, al que ya conocía de otras veces.
Siempre me ha llamado la atención lo paciente que es Coco con los niños, es como si tuviera un sentido especial, porque cuando los tiene cerca apenas se mueve, les deja tocarla, agarrala por la oreja (la especialidad de Sergio), incluso pisarla, sin querer, evidentemente, como ocurrió este verano en La Garrofa, que la pobre volvió un día de un paseo con niños con una uña rota y sangrando, pero no dijo ni pío.
Camino de casa de Carmen iba yo toda elegante con mi perrita abriendo camino y oliendo los pises y cacas que nos ibamos encontrando en cada esquina, pata de banco, farola y arbol (ella, yo no) que, por cierto, no parecía que olieran de manera diferente a los de Pozuelo. Yo me miraba de reojo en los escaparates y de refilón lo que había detrás, que no están los tiempos para compras, y no debí de darme cuenta de que Coco se zampó algo del suelo. El caso es que un rato después de llegar la pobre perrita empezó a vomitar. ¡Qué desastre! Y no una, sino varias veces. Encima del sofá, en la alfombra, en la cocina... Carmen se va a acordar de nosotras durante bastante tiempo, esto es seguro. Pero también que Sergio y ella ya son muy amigos, y eso me gusta mucho.

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