miércoles, 1 de diciembre de 2010

DE PERROS QUE SABEN VOLVER A CASA

Mis padres vienen a casa para visitar a Coco. Esto es una evidencia que no se molestan en ocultar. Hace unos días, cuando Coco estuvo pachuca, mi madre me avisó por teléfono: "vamos, pero a ver a Coco". Por su parte Coco da saltos de alegría y se vuelve loca cuando me oye decir: "¡que vienen los abuelos!". Todo resulta muy curioso porque a mi madre le daba -yo creo que aún le da- un poco de miedo la perrita. Sus saltos y mordisqueos la ponen muy nerviosa: cree que le va a morder. Pero está todo el rato pendiente de ella y habla de Coco como si fuera una nieta. Mi madre nunca jamás tuvo perro, ni gato, ni ninguna otra mascota. Mi padre sí. Y desde que mis hermanas y yo eramos pequeñas conocemos la curiosa historia de su perro, un pastor alemán que vivía con ellos en la colonia del Retiro y que consiguió volver a su casa desde Navacerrada. Hace poco, comentando esta anécdota, averigüé mas cosas; al parecer resultaba complicado lo de dar de comer al perro, estaban en plena guerra civil, así que decidieron regalarlo a un conocido que se lo llevó a Navacerrada. "¿Por qué, vivía allí?" pregunté; "no, iba al frente y se lo quiso llevar" contestó mi padre. Hombre, ahora lo entiendo todo, claro, el pobre perro cuando vió el panorama se dió la vuelta sin pensárselo, echó a andar y no paró hasta llegar a la calle Averroes.
¿Pero cómo es posible que un perro pueda volver a un lugar que está a mas de 50 kilómetros sin haber hecho el camino previamente mas que una sola vez y no andando por cierto? Desde hace muchos años se hacen experimentos para intentar averiguar qué es lo que les hace volver; no parece que sea el olfato, ya que por lo general se encuentran en algún lugar desconocido y no saben la ruta de vuelta. Muchos científicos coinciden en que podría ser el sentido de la orientación, pero no deja de ser sorprendente cada vez que se da algún caso. Lo lógico es que un perro tenga un radio de acción -más grande en el caso de los machos que en el de las hembras-, que es donde transcurre su vida, y cuyo diámetro sería una imaginaria banda elástica (de bandas elásticas también saben las personas y si no que se lo pregunten a Fernando, a María José y a Pedro, ¡cuánto nos reímos cada vez que planeamos algo más allá de los límites del barrio de Argüelles, qué pereza les da!). Este diámetro es elástico porque puede ir creciendo a medida que va conociendo más territorio y ampliando ese área. El radio de acción de Coco es el que hemos hecho juntas con nuestros paseos. Conoce el camino perfectamente y sabe cuándo estamos de vuelta, de hecho ella va por delante dirigiéndome. O eso quiero creer. En algunos de los parques por los que pasamos la suelto y aunque se para aquí y allá a olisquear y yo me adelanto bastante siempre se mantiene a una distancia prudencial y vuelve hasta mí con una carrerita, el pelo al viento y carita de velocidad. A veces, con pánico, imagino que se me despista, que se pierde, que anda y anda por mil sitios sin encontrar el camino de casa, ¡qué angustia!
Otro cantar son los perros que intuyen que sus amos están volviendo a casa. Son historias bastante increíbles, pero que ocurren, y que se cuentan en el libro de Ruphert Sheldrake titulado De perros que saben que sus amos estan camino de casa y otras facultades inexplicadas de los animales. Yo no se si Coco sabe cuándo volvemos. Sí se que en cuanto abro la puerta oigo sus uñitas golpeteando en el suelo y se lanza escaleras abajo (siempre está arriba cuando llego a casa, supongo que durmiendo en su cunita) a recibirme. El otro día Esteban me propuso colocar una cámara y grabar lo que hace la perra cuando se queda sola, pero yo no se si esto es invadir su intimidad...

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